Diario de un cazador

Delibes escribió:

A mis amigos cazadores que, por descontado, no son gentecilla de poco más o menos, de esa de leguis charolados y Sarasqueta repetidora, sino cazadores que con arma, perro y bota componen una pieza y se asoman cada domingo a las cárcavas inhóspitas de Renedo o a los mondos tesos de Aguilarejo, a lomos de una chirriante burra o en tercerola, en un mixto de mala muerte, con la Doly en el soporte o camuflada bajo el asiento, sin importarles demasiado que el revisor huela al perro ni que el matacabras azote despiadadamente la paramera; a esos amigos cazadores -digo- de buen corazón y mala lengua, para quienes cazar en mano continúa siendo un deporte, pese a que la perdiz y la liebre se muestran cada día más reacias a aguardar amonadas en un chaparro, y pese, no menos, a los multitudinarios y descansados ojeos y a los pasos de palomas de Echalar, que así , tan vergonzosamente, señores, se las ponían a Felipe II; a esos cazadores -digo- que todavía van a la pieza noblemente, porque la pieza, pese a todo, aún sigue siendo para ellos un trofeo y una suculenta merienda, va dedicado este libro.

Y, en especial , a mi padre, que me enseñó a amar la caza y que a más de la escopeta, la canana y el morral , aún sube gallardamente sus ochenta años ladera arriba; y a mi cuadrilla: Antonio Merino, puntilloso tirador, Vicente Presa, a quien le gané la última comida en su feudo de Villamarciel -aquel parro le bajé yo, Vicente-, Santiago R . Monsalve, en sus primicias entusiastas, y a mi hermano José Ramón , que nos dejó por otra, y solía llevar de postre un tocinillo de cielo.

A todos un abrazo.

Diario de un cazador (Destino, 1955) es el primer diario de Miguel Delibes.

Después le seguirán Diario de un emigrante y Diario de un jubilado, con el mismo protagonista los tres: Lorenzo, que es (en palabras del escritor) su yo rebajado. Este joven bedel de instituto, lleva una vida corriente en Valladolid entre semana y sale de caza por la provincia los domingos.

En este libro se mezclan pueblos reales (como los de la ruta) con otros más o menos inventados; paisajes que se pueden seguir pateando en nuestro siglo XXI junto a personajes de ficción sacados quizá de viejas amistades cinegéticas.

En los años 50 el joven Delibes se conocía bien la provincia y así se refleja en el libro. Aun no le había llegado la hora de cazar mucho más allá de los límites provinciales. Siguiendo a Lorenzo, vamos a conocer los primeros pueblos vallisoletanos de la vida de Miguel Delibes.