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FLORA:
Imagen en alta resolución. Este enlace se abrirá mediante lightbox, puede haber un cambio de contextoEl HELECHO en Miguel Delibes:
El Camino
Los helechos, a los bordes del sendero, brillaban de rocío y en la punta de las hierbas se formaban gotitas microscópicas que parecían de mercurio
Nombre científico: Pteridium aquilinum
Nombre común: Helecho común, helecho águila
De las plantas vivas actuales, las Pteridofitas (el grupo donde están los helechos) son tan antiguas que ya existían en el Devónico y llegaron a dominar los bosques en el Mesozoico. En aquella época, los helechos eran gigantes, de varios metros de altura, pero su estructura básica era similar a la de los actuales.
Los helechos tienen “raíz” – rizoma - fuerte, bien desarrollada en la tierra, y talos con “hojas”, - frondas -, muy amplias, muy desarrolladas. Aunque los asociamos normalmente con zonas boscosas, de sombra, el helecho común prefiere laderas soleadas y suelos moderadamente secos a húmedos, no encharcados.
En la parte del envés de los frondes aparecen en primavera unas pequeñas cápsulas marrones, los esporangios, que al madurar dejan escapar minúsculas esporas. Éstas caen al suelo húmedo y desarrollan una pequeña planta – un “gametofito” -, que crece con los dos órganos sexuales productores de células femeninas y masculinas. Cuando éstas se unen en un pequeño charco o una gota de agua, forman la planta grande – el esporofito – (lo que conocemos como “helecho”)
Es una planta tóxica y se están realizando estudios sobre su posible relación con la producción de precancerígenos en sus esporas. Si se consumen sus frondes crudas, aportan sustancias que elimina la vitamina B1 de nuestro cuerpo.
Su éxito por todo el planeta se debe a ser poco exigente con las condiciones del suelo y la humedad, a alcanzar un tamaño considerable, que tapa a otras plantas y les impide crecer y a su contenido de sustancias tóxicas, que evita que tenga ramoneadores. Además , su rizoma es muy resistente al fuego y, tras un incendio, es uno de los vegetales que antes se recupera.
FAUNA:
El CONEJO en Miguel Delibes:
Diario de un cazador
Eché ladera arriba y, cuando menos lo esperaba, caí un conejo
Nombre científico: Oryctolagus cuniculus (“la liebre que excava agujeros en la tierra”)
Nombres comunes: conejo, gazapo
El conejo es – fue- nuestro animal bandera. Los iberos lo llamaban kyniklos y de ahí tomaron su nombre los romanos: cuniculus. Ellos no conocían este animal y lo compararon con sus liebres, pero con la costumbre de excavar madrigueras y esconderse dentro.
El conejo es la base de nuestra cadena trófica silvestre: águilas, linces, ginetas, búhos... tienen como presa el conejo. No cabe duda de que gracias a la abundancia de conejos, la península es uno de los territorios más biodiversos de Europa.
Sin embargo, en la actualidad ya no hay tanta abundancia de conejos como antaño. Además de los cambios drásticos del monte y el campo (urbanizaciones, agricultura intensiva, empleo de derivados químicos en los campos...), el conejo ha sufrido dos pesadillas a lo largo de su historia reciente, dos enfermedades que han estado al borde de hacerlo desaparecer de nuestros campos.
La mixomatosis: es una enfermedad vírica. La transmiten pulgas y garrapatas infectadas. Ataca a la piel y las mucosas del animal y llega a provocarle ceguera. El conejo infectado pierde el apetito y sufre fiebre constante.
A finales del siglo XIX se descubrió en Uruguay y muy pronto se extendió por Sudamérica. En aquella época, en Europa se sufría la superabundancia de conejos, por lo que un médico francés trajo animales infectados a Francia en el 1952. En sólo dos años murió el 90% de la población de gazapos. La mala noticia es que la enfermedad no se quedó en el lado norte de Pirineos: con la misma velocidad que en Francia, la mixomatosis entró en España en 1953 y, en 1959 ya había llegado a las costas del sur andaluz, causando el mismo estrago que en tierras francesas. Con la desaparición de los conejos llegó el riesgo de extinción de dos especies únicas de nuestra fauna: el águila imperial ibérica y el lince ibérico.
El tiempo juega a favor de los conejos, pues los muy pocos que quedaron eran resistentes al virus, así que la población, lentamente, fue saliendo adelante, sin enfermar de mixomatosis. Pero cuando parecía enderezarse la situación llegó el segundo golpe contra el conejo ibérico.
La hemorragia vírica: se detectó en España en 1988. Parece que el virus que la causa es fruto de una mutación espontánea de otro virus inocuo. Es muy contagiosa y supera porcentajes del 90% de mortalidad. El animal infectado muere al sufrir hemorragias en numerosos órganos internos, encharcamiento de los pulmones, trombos... Hoy se realizan programas de vacunación de conejos silvestres, tanto de mixomatosis como de hemorragia vírica.
Extrañas madres: los conejos son muy prolíficos: la gestación dura un mes y tiene camadas de hasta una docena de gazapos. Las madres no se dedican al cuidado constante de las crías. Los pequeños conejos se quedan dentro de la hura, esperando que la madre les visite de cuando en cuando, para darles de mamar. Al cabo de unos minutos, ella regresa al exterior para buscar alimento y las crías se queden solas.
Es territorial y los machos pelean por la hegemonía del grupo. El líder tiene más probabilidades de aparearse.
Son herbívoros y para alimentarse de fibra vegetal necesitan comer “dos veces”: su estómago no es complejo como el de los rumiantes, así que la primera digestión de los vegetales deshace la fibra y produce unos excrementos blanquecinos, blandos. El conejo los toma y los ingiere otra vez, para que las bacterias de su tracto intestinal terminen de disolver la celulosa y la conviertan en ácidos grasos aprovechables por su metabolismo. Este comportamiento se conoce como “cecotrofia” (“alimentarse de excrementos”). La cecotrofia es indispensable para que vivan las crías: éstas nacen sin las bacterias descomponedoras de la celulosa, así que las adquieren comiendo los cecotrofos de su madre. Si no lo hacen, mueren de hambre en pocos días.
Situación en Castilla y León:
Como en el resto de la Península, la población de conejos es apenas un 10% de la que había a comienzos del siglo XX. Por su importancia como especie básica en la cadena trófica y como pieza de caza, se sigue investigando para conseguir una vacuna que trate de forma eficaz las dos enfermedades mortales.
No obstante, no está en peligro ni amenazada.