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El punto de partida será el conocidísimo Arco de Ajújar. Al otro extremo de la plaza veremos un puente sobre el Sequillo. No tenemos más que cruzarle y tomar el camino que sigue a continuación. Ya hemos enfilado nuestra ruta.
Pasamos primero junto a los restos de un antiguo tejar. Hay bodegas o túneles. De ahí, tal vez, el nombre de este camino: de Valdecuevas. Pero enseguida nos alejamos y vamos, muy poco a poco, subiendo. El itinerario va a ser breve. Los campos están yermos: sólo unos chopos españoles nos acompañan alegrando el sendero.
Pero cuando la cuesta tiene a hacerse empinada, unas laderas arcillosas se adornan primero con pinos de Alepo y luego con románticos cipreses. No hemos visto otros cipreses en la provincia, salvo en los cementerios ¡Ni que estuviéramos en una isla griega!
Y llegamos a la sorpresa: una fuente -la de San Buenaventura- con la fecha de 1865 cincelada y simpáticos relieves -en el pináculo- alusivos a la batalla del Moclín. Además, estamos en un agradable soto donde los pájaros cantan sin cesar.
Un poco más y hemos llegado al páramo. Hay una casa de campo con algunos cipreses y un olivar. Bueno, algo que el día de mañana será un olivar cubre buena parte de la llanura de este paramillo, donde antaño se situó el ejército francés para dar batalla a los españoles que estaban en Rioseco y a los ingleses que venían por el Moclín desde Palacios.
El ras está a la misma altitud que el páramo hermano de los Torozos -del que se separó hace unos pocos millones de años- pero aquí, en Medina, éste es el Páramo por excelencia. Y goza de preciosos miradores, cosa que además de señalarlo el topónimo de la ladera Sur -Buenavista- lo hemos podido comprobar sin la menor duda.
El único camino que hay -hacia el Este- nos conducirá hasta la asomada del Moclín.
Circular: No
Desnivel (m): 95
Dificultad: baja
Época ideal: otoño, invierno, primavera
Fuente: Sí
Longitud: 4 km
Tipo de ruta: a pie, en bici