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Enfrente del Monasterio existe una casita de madera donde nos informarán detalladamente sobre cualquier asunto relacionado con la Espina o con las sendas que vamos a recorrer. Es la oficina de Turismo. Y de aquí parte también esta ruta que nos devolverá a este mismo lugar casi sin que tomemos ninguna desviación.
El primer tramo discurre paralelo -a distancia, eso sí- a la carretera de San Cebrián. Después de pasar junto al cementerio desemboca en la Granja, amplia casona de piedra que fue el centro de una explotación agrícola de los monjes. A su lado una ancha extensión de terreno circundado por muros de piedra. Las torretas son similares a las que también dan apoyo a las tapias del exconvento de Matallana. Y ahora un agradable camino adornado con hileras de álamos -que luego se cambian por acacias- va subiendo suavemente por el valle de Sobravíos. A un lado y al otro distinguimos carrascales, piedras desnudas de los bordes del páramo, pinares, encinas y robles. Pero también conejos, algún zorro o alguna liebre en los campos de labor y, en verano, esa águila pequeña y blanca, el águila calzada, señora de nuestros montes.
Poco antes de llegar al ras de la paramera, junto al regato fluye lentamente el agua en la fuente de la Marquesa. Y ya arriba vemos una casa nueva pero perfectamente levantada al estilo tradicional de estos páramos: es el denominado chalet de piedra. Volvemos por un camino recto adornado de acacias. Como muchas están secas es fácil descubrir algún pájaro carpintero buscando alimento. Por lo demás, nuestra vista se relaja en los amplios horizontes que nos rodean.
Terminamos en el camino de los Almendros, desde el que se contempla el Monasterio enmarcado por estos viejísimos árboles que todas las primaveras se adornan con jóvenes flores.
Circular: Sí
Desnivel (m): 50
Dificultad: baja
Época ideal: cualquiera
Fuente: Sí
Longitud: 8 km
Tipo de ruta: a pie, en bici
- La Santa Espina